Cuenta la leyenda, que hace mucho timpo, un rey llamado Hassan vivía junto a su esposa, la reina Nayma, en un hermoso palacio en el reino de Rabat. Eran un matrimonio felizmente casado que tenían una hija preciosa, de pelo negro azabache y ojos de color miel, llamada Asmae.
La princesa Asmae era una muchacha alegre, tenaz, decidida y con las ideas muy claras, algo que preocupaba al rey, ya que se acercaba su 16 cumpleaños y el momento de contraer matrimonio con Said, príncipe del reino de Kenitra.
Un buen día, Hassan quiso hablar con su hija para comentarle que para poder ampliar su reino, debía casarse con príncipe Said.
- Asmae, hija mía, se acerca tu 16 cumpleaños y debemos poner feha de boda para casarte con Said, y así poder juntar ambos reinos para tener más poder.
- ¡No padre, jamás me casaré con alguien a quien si quiera conozco!
Asmae no era la típica princesa sumisa dispuesta a aceptar todo lo que su padre le impusiera. Pero esta vez no tenía escapatoria, así que debía ir haciéndose a la idea.